Sin dudas, los seguidores de la escena teatral cubana recordarán con agrado los monólogos presentados en el
Teatro Bertolt Brecht a finales del 2013:
Una cubana de altos coturnos,
Carne rusa y
Vena de mar.
Con esta trilogía el Grupo Vital Teatro llegaba a la víspera de su
veinte aniversario, pues ahora en el 2014 está cumpliendo dos décadas de
fundado.
Todo este tiempo Vital Teatro se ha centrado en la
dramaturgia contemporánea cubana: Eugenio Hernández Espinosa, Amado del
Pino, Joel Cano, Ulises Rodríguez Febles. Pero también ha hecho un
recorrido extenso, variopinto por la dramaturgia internacional, con
textos de Broseck, el polaco, de Pavlovsky, de Sternberg. Y,
precisamente para celebrar este aniversario, el versátil actor y
director Alejandro Palomino, quien ha estado a cargo del grupo desde su
creación, ha escogido la obra Panorama desde el puente, del
gran Arthur Miller, que se estrenará este 26 de septiembre en la Sala
Raquel Revuelta a las ocho y treinta de la noche. Y estará en cartelera
durante todo el mes de octubre y parte de noviembre.
Para tener la primicia en el disfrute de esta puesta en escena, me
llegué a uno de los últimos ensayos, donde pude conversar con su
director y varios de los actores. Antes de comenzar, Palomino me explica
amablemente cómo eligen Panorama…: “Durante los últimos siete
años el grupo ha desarrollado una línea de trabajo, investigación y
experimentación enfocada en cómo actores que han tenido mucha presencia
en los medios pero que son egresados de escuelas de teatro, también
pueden desarrollar los códigos y recursos empleados en la televisión o
en el cine, pero desde el código teatral. Esa ha sido la dirección hacia
la que yo he objetivado el trabajo, donde lo he querido materializar y
que la gente pueda visualizarlo. Teniendo en cuenta esto y las
complejidades de la obra desde el punto de vista dramatúrgico, Amado del
Pino me propone Panorama desde el puente. Yo le pedí entonces
que hiciera la adaptación. Él gustoso aceptó, y la realizó pensando en
los actores que hoy constituyen Vital Teatro, en sus potencialidades”.
Y es que ya se hace habitual la exitosa unión del binomio
Amado-Palomino. Precisamente esta adaptación al texto de Miller es una
especie de continuidad conceptual y estética de Cuatro Menos,
también representada por el grupo y con la que Amado obtuvo el premio de
Teatro Carlos Arniches 2008; ningún cubano hasta ese momento lo había
conseguido.
Palomino orienta a los actores que comiencen el ensayo general y va
apareciendo en escena un reconocido elenco: Kelvin Espinosa, Enrique
Bueno, Alina Molina, Yía Caamaño (quien alterna con Susana Ruiz); Marlon
López y Néstor Jiménez (a quien doblará el propio Palomino). En poco
más de una hora se va conformando una trama de marcada fuerza
psicológica que, aunque mantiene la esencia de la original, se adapta a
la realidad y la cotidianidad cubanas, al tiempo que refleja conflictos
universales y atemporales.
Eddie Carbone y su esposa Beatriz, un matrimonio asentado en Estados
Unidos, viven con la joven Catherine, sobrina de Beatriz. Rodolfo y
Marco, dos primos de Beatriz, llegan como inmigrantes a buscar trabajo, a
mejorar sus condiciones de vida. Rodolfo y Catherine comienzan una
relación que Eddy no tolera, debido a su interés sexual en la muchacha. Y
a partir de ahí, entre los personajes se desencadenan tensiones que
irán increscendo hasta llegar al momentos climático, donde Marco va
ajustar cuentas con Eddy por haberlo ofendido a él y su hermano, por
haber denunciado su situación de inmigrantes.
Refiriéndose a esos conflictos (migratorios, familiares, sexuales)
Palomino señala que “tienen un centro de equilibrio interesante, que es
el choque de voluntades entre los personajes, dentro de una familia que
ha perdido su centro de gravedad y se ha vuelto disfuncional. Y en medio
de esas irregularidades que presenta una familia en un momento de
crisis social, económica, política, los personajes tienen que reordenar
el camino que deben seguir. Eso es Panorama desde el puente: un momento crítico de la familia protagonista de la obra al que asistirán los espectadores”.
El montaje se desarrolla con una propuesta escenográfica interesante y
minimalista, donde el despojo de recursos pasa desapercibido; no se
extraña ni se hace necesaria la riqueza escenográfica, pues los actores
estremecen por la fuerza de su actuación.
Termina el ensayo; aprovecho que todavía están conmovidos ̶es un
texto de una carga dramática tremenda, que les exige mucho- para
preguntarles sobre el proceso investigativo, creativo, las
individualidades de sus personajes.
El carismático actor Enrique Bueno, quien llegó al público como Leroy ̶protagónico de la telenovela La cara oculta de la luna-
y quien ha recibido en dos ocasiones (2006 y 2008) el Premio al actor
joven más popular de televisión, interpreta a Rodolfo, el resorte que
desencadena los conflictos subyacentes en la familia. Respecto a esta
experiencia, comenta: “Enfrentarse a cualquier personaje creado por
Arthur Miller es bien complicado, por su dramaturgia. Nada de lo que
Miller pone en boca de sus personajes es por gusto. Si nos quedamos en
una primera lectura del personaje de Rodolfo vemos simplemente un
muchacho que quiere ser ciudadano americano y abrirse camino en la
sociedad neoyorkina. Sin embargo, si vamos más allá en su construcción,
nos damos cuenta de que no es tan ingenuo, que tiene ambiciones bien
fuertes. He tratado de llevarlo por esa cuerda, que no solamente sea el
joven ingenuo, simpático que llega a los Estados Unidos.
”He conversado con emigrantes y la vida del emigrante es muy difícil en
cualquier lugar del mundo, porque no eres más que eso, un emigrante. Te
cuesta mucho trabajo abrirte camino en cualquier sociedad que no sea la
tuya. Y tienes que sacar garras para que no te pase por arriba ese país
extranjero. Este personaje tiene esas garras”.
Por su parte, Kelvin Espinosa, quien encarna a Eddy ̶ alrededor de él
giran todos los conflictos ̶ explicó que buscó “referentes en el teatro
norteamericano, que es muy fuerte psicológicamente. Sobre todo en el
llevado al cine, como El tranvía llamado deseo y Muerte de un viajante
(del propio Miller). Tomé elementos de sus personajes y traté de
mantener la psicología y el ambiente del emigrante, o del hijo del
emigrante de los 80, de la atmósfera de la emigración cubana.
Kelvin tiene como pareja en escena a la actriz Alina Molina, para quien
fue un reto asumir un personaje mayor que ella: “Realmente es muy
difícil porque tiene muchas más vivencias. Esta mujer es un centro de
familia. Llegar a entender el razonamiento de este tipo de personaje
escrito de una manera tan inteligente me costó, también porque no tiene
nada que ver con mi forma de pensar. Pero tener a mi lado a un actor
como Kelvin Espinosa me ayudó a asumir y a entender mi personaje. Estoy
contenta porque he aprendido de Beatriz, me ha enseñado mucho para mi
vida.
Y no solo ellos se complementan. Desde el comienzo, y durante toda la
representación, se respira una conexión como si realmente fueran una
familia. Gracias a las excelentes actuaciones y al buen engranaje
director-actores-escena, se logra esa sensación de verosimilitud que
debe transmitir el teatro y que el público podrá disfrutar. Pero todo el
elenco coincide en que en gran medida se debe también a las estrechas
relaciones que existen entre ellos. “Traspolamos a escena la relación
personal que tenemos y se crea ese grado de intimidad a la hora de
trabajar y eso es muy importante, lograr que el espectador sienta que
las miradas, los contactos físicos son reales”, dice Kelvin y Enrique lo
apoya al afirmar que son “simplemente amigos haciendo lo que queremos
hacer. Palomino es uno más entre nosotros, es un coordinador. Lo hacemos
con todo el rigor del mundo, como si nos estuvieran pagando millones”.